Página de información y opinión de los hermanos y hermanas de la Real e Ilustre Hermandad del Santísimo Sacramento y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de las Aguas, el Señor Sentado en la Peña y Nuestra Señora de los Dolores (Guadalcanal).
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lunes, 13 de abril de 2009

Sensaciones inolvidables

Así reza el lema de la campaña publicitaria que, sobre la Semana Santa de Guadalcanal, hemos podido escuchar estos últimos días en la radio. Y es cierto. Todo queda marcado en el recuerdo con tinta indeleble. También este Sábado Santo ha sido para quien suscribe nuevo, original, único, a pesar de que ciertas estampas se repitan con el paso de los años (ya decía Heráclito aquello de que nunca nos bañamos en el mismo río: ποταμοις τοις αυτοις εμβαινομεν τε και ουκ εμβαινομεν, ειμεν τε και ουκ ειμεν τε).
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La mañana comenzó para mí como cada año: mirando al cielo. Aunque más que por la vista, la sensación de incertidumbre llegaba a través del zumbido del viento azotando los árboles cercanos. Primera parada en la capilla de la iglesia parroquial. Mientras las demás Hermandades desmontan, nos afanamos en separar los pétalos de las flores que han adornado los pasos de sus Sagrados Titulares y que servirán para honrar a la Santísima Virgen de los Dolores. Segunda parada en el bar de la Casa de la Cultura, preparando el refresco para los hermanos costaleros. Tercera parada en la residencia de ancianos ultimando los detalles para la tarde. Cuarta parada en la plaza de la Concepción, colocando la cortina para un acto posterior. Quinta parada en un bar -todo es preciso, con medida- para, antes del almuerzo, compartir con los compañeros (perdón, amigos; perdón, hermanos) unas cervezas.
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Luego, por la tarde, todo se precipita. Uno se viste de nazareno, sale de casa y se dirige a la iglesia por el camino más corto. A las seis menos veinte, con los hermanos Encarni Galván, Rafi Nieto, Juan Antonio Escote y Alfonso Carlos López (¡¡gracias!!) nos encaminamos a la residencia Hermana Josefa María, desde donde acercamos a una decena de abuelos hasta la plaza, a un lugar preferente para ver la salida de nuestra Cofradía. Al paso de la misma les hacen entrega de sendos ramos de flores, que los capataces colocan a los pies de nuestros Sagrados Titulares.
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Con nuestros mayores de vuelta a casa para la merienda, quien suscribe busca su puesto en el cortejo (mil gracias, querida María José, por ese sitio que gentilmente me asignas sin merecerlo sabiendo de mis nervios de los primeros años). Tengo la suerte de ir delante del paso de la Santísima Virgen de los Dolores, junto a Manuel Chaparro y D. Gabriel, nuestro Director Espiritual. Me dicen que han caído unas gotas: afortunadamente sólo quedó en amago.
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El cielo sigue pintado de nubes, cada vez más claras, eso sí. La lluvia de pétalos sobre el paso de palio en la calle Juan Carlos I es similar a las lágrimas que caen de mis ojos disimulados bajo el capillo. Y entonces -la vista clavada en la cara de la Santísima Virgen- susurro: niños bielorrusos, ancianos, enfermos, hambrientos, descalzos, pobres, necesitados, parados, desvalidos, ... hermanos todos, ¡Ella es nuestro refugio!
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La cruz de guía se aproxima a la iglesia de la Concepción. Se unen al cortejo el Alcalde de Guadalcanal, D. Jesús Manuel Martínez, y el Primer Teniente de Alcalde, nuestro hermano D. Eduardo Cordobés. Un año después -ya sin lluvia- se descubre la placa que da título a la explanada junto a la iglesia de la Concepción: Plaza Cristo de las Aguas. El tramo final lo realizo de nuevo junto a la Santísima Virgen, acompañando en este caso al hermano que -fiel a su cita- lleva el estandarte. La plaza de España está abarrotada de público para ver la entrada de ambos pasos. Despejada la cabeza del capillo tengo una añorada cita con la memoria sentimental que, de repente, se hace realidad escuchando Amarguras mientras Nuestra Señora de los Dolores entra, poco a poco, en casa. Continuará...
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[Fotos: Rafi Nieto y Juan Gálvez]

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