La hora de salida prevista era a las siete y cuarto desde el Palacio; para ello las auxiliares tuvieron que madrugar a fin de tener a todos los abuelos preparados con sus bañadores y chanclas. Rápidamente nos pusimos a ayudar a Mirian, Noelia, Luisa y Jenny a subir a los abuelos al autobús, cargar las sombrillas, sillas, neveras, ropas y todo lo necesario para la aventura. Después de alguna que otra parada llegamos a Matalascañas sobre las once. Allí se unió a nosotros la directora de la Residencia. Primero buscamos sitio, colocamos las sombrillas y sillas para ir bajando a los abuelos que podían andar solos; tuvimos que esperar que llegaran los voluntarios de Cruz Roja para poder bajar a la playa a los ancianos impedidos; terminamos casi a las doce y media. Luego comenzaron los baños, siendo Ana Bernabé la primera en bañarse: estuvo todo el día metida en el agua, acompañada siempre por Puri, por Marta o por mí; disfrutó como una niña y eso que las olas le dieron algún que otro sustillo.
Los voluntarios de Cruz Roja nos facilitaron una silla anfibio con la que se pudieron bañar casi todos los abuelos, aunque con algunos -como Manuel- no hubo manera: corría por la playa como si tuviera 18 años para que no lo bañáramos. Uno de los que mejor se lo pasó fue Francisco Vázquez “Rompe”: se dio un buen baño y estaba loco de contento por lo que disfrutaba; daba alegría verlo y oírlo. Sobre las dos de la tarde empezó la operación recogida, ahora con la salvedad de que las auxiliares tuvieron que cambiar a todos antes de subir al autobús. Quiero destacar el trato tan humanitario y el cariño que todas las auxiliares demostraron hacia ellos.
Llegamos sobre las tres y media al Rocío para comer, en la Plaza Doñana. Se colocaron unas mesas bajo unos eucaliptos que daban muy buena sombra y allí nos dispusimos a almorzar, disfrutando de buenas viandas: jamón, embutidos, tortilla de patatas, gazpacho y fruta. Tras un breve descanso fuimos a ver y rezar a la Virgen del Rocío; no todos se bajaron, ya que algunos estaban cansados y hacía mucho calor. Llegamos a Guadalcanal sobre las nueve de la noche; después de ayudar a bajarlos a todos, descargar las cosas y dejarlas metidas en el coche de Assistel, Marta y yo nos fuimos para casa, muy cansadas, pero con la alegría de haber pasado un buen día, disfrutado mucho y haber recibido más.
Los voluntarios de Cruz Roja nos facilitaron una silla anfibio con la que se pudieron bañar casi todos los abuelos, aunque con algunos -como Manuel- no hubo manera: corría por la playa como si tuviera 18 años para que no lo bañáramos. Uno de los que mejor se lo pasó fue Francisco Vázquez “Rompe”: se dio un buen baño y estaba loco de contento por lo que disfrutaba; daba alegría verlo y oírlo. Sobre las dos de la tarde empezó la operación recogida, ahora con la salvedad de que las auxiliares tuvieron que cambiar a todos antes de subir al autobús. Quiero destacar el trato tan humanitario y el cariño que todas las auxiliares demostraron hacia ellos.
Llegamos sobre las tres y media al Rocío para comer, en la Plaza Doñana. Se colocaron unas mesas bajo unos eucaliptos que daban muy buena sombra y allí nos dispusimos a almorzar, disfrutando de buenas viandas: jamón, embutidos, tortilla de patatas, gazpacho y fruta. Tras un breve descanso fuimos a ver y rezar a la Virgen del Rocío; no todos se bajaron, ya que algunos estaban cansados y hacía mucho calor. Llegamos a Guadalcanal sobre las nueve de la noche; después de ayudar a bajarlos a todos, descargar las cosas y dejarlas metidas en el coche de Assistel, Marta y yo nos fuimos para casa, muy cansadas, pero con la alegría de haber pasado un buen día, disfrutado mucho y haber recibido más.
El viaje estuvo organizado por Miriam Rivero (la animadora sociocultural de la Residencia), junto con la fisioterapeuta y dos auxiliares. En definitiva, y pese al calor y al duro trabajo, fue un día inolvidable: la experiencia ha sido maravillosa.
Fue una pena que no pudiésemos participar un mayor número de hermanos voluntarios en esta hermosa acción social, pero el hecho de que la excursión tuviese lugar en un día laborable hizo que casi todos estuviésemos trabajando o estudiando. De todos modos, a partir de ahora, ya con las vacaciones, seguro que podremos ofrecer toda nuestra ayuda en favor de las personas que más lo necesitan. Aprovecho la ocasión para animaros a cuantos lo deseéis a formar parte del voluntariado de nuestra Hermandad.
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