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martes, 24 de junio de 2008

Acogida: llegada de los niños

El pasado sábado tuve la oportunidad de vivir uno de los acontecimientos que más me ha emocionado desde mi pertenencia a nuestra querida Hermandad de "los blancos": la llegada a Sevilla de los niños bielorrusos.
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Aunque estaba prevista para después de las ocho de la tarde, mi impaciencia me llevó a la iglesia de Los Terceros una hora antes, colándome en la celebración de una boda en la que también estuvieron "invitados" Manuel Chaparro y su esposa, Rafi Nieto. Unos refrescos y cervezas en una taberna cercana aliviaron la espera de los padres de acogida que buscaban aparcamiento para sus vehículos.
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Sobre las ocho y media de la tarde entramos en la iglesia de Los Terceros mediante su acceso por la puerta de la casa de Hermandad. Nos sentamos en los bancos y comenzó una espera que -este año- no se ha hecho larga. En el altar mayor, la imagen del Santísimo Cristo de la Cena y los Apóstoles y, a los lados, más abajo, las banderas de España y Belarús.
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Pocos minutos antes de las nueve de la noche hacían su entrada los niños bielorrusos. Nuestros ojos querían ser los primeros en ver de nuevo a Sasha al que, en principio, no reconocimos bien. Tomaron la palabra el Hermano Mayor de la Hermandad de la Sagrada Cena -con la que, como sabéis, colaboramos en la acogida-, así como Enrique Cristelly e Irina, una de las monitoras bielorrusas. Tras unas palabras de bienvenida se procedió a nombrar a los padres de acogida y a los respectivos niños. Era el momento más esperado de la noche. Algunos pequeños, los que ya repetían este año, se lanzaban literalmente sobre los brazos de los padres y madres. Manuel Chaparro y yo nos acercamos al altar para hacer fotografías y vimos cómo Sasha, traviesamente escondido entre los bancos, nos miraba y se reía.
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Nuestros niños fueron de los últimos en ser nombrados. Sasha con José Ramón Muñoz y Loli Llanos; Caralina con Rafael Perelló y Puri Muñoz; Pavel con Joaquín Barradas y Mari Luz Ruiz. El rencuentro entre Sasha y sus padres y hermanos de acogida fue sobrecogedor para quien escribe, no pudiendo evitar unas lágrimas que se repetirían más tarde. ¡Qué ternura, "madrina" Loli, en tu abrazo a Sasha! ¡Qué ilusión y qué impaciencia en los rostros de Puri y Mari Luz por conocer cómo serían vuestros niños! Todos llegaron en perfecto estado, muy cansados, eso sí; a quien le sentó un poco mal el viaje fue a Pavel, ligeramente indispuesto. Sin embargo, en todos ellos ¡qué caras de bondad, de cariño, de educación!
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Ya fuera nos hicimos un pequeño reportaje fotográfico para conservar en el álbum permanente de nuestra memoria. Y después, ¡a cenar! Si bien Pavel no pudo probar bocado, Sasha dio buena cuenta de una pechuga de pollo mientras que su hermana Caralina le hacía un poco de asco a las gambas. Y ya, cerca de las once de la noche, el viaje al pueblo de los padres de acogida con sus niños, los propios (Alberto, Alejandro, Marta, José Ramón) y los no menos queridos chavales bielorrusos.
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Una jornada inolvidable, como decía al principio. Al volver caminando, solo, al centro de Sevilla recordé lo mal que lo pasé el Sábado Santo dentro de la iglesia parroquial cuando recogimos nuestros pasos por mor de la lluvia. Otro tipo de llanto (de felicidad, de alegría, de satisfacción, de una profunda paz) vino a mis ojos en un sábado completamente distinto. En verdad no hay nada más hermoso que regalar vida y doy gracias a Dios por la oportunidad que nos da a través de estos pequeños bielorrusos a los que tanto queremos y que tanto ejemplo nos dan. De nuevo ¡BIENVENIDOS A CASA!

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