En este nuevo curso se ha incrementado el número de desertores del magnífico grupo que con el pretexto y el deseo de aprender música se formó en torno a la escuela de música que capitanea nuestro maestro de música (ya lo pongo en la entrada anterior, no te puedo llamar lo que le llamamos a Jesús). Mª Jesús Chaparro (no me olvides, amiga, que yo no lo hago) me llamaba de esta manera el otro día. Y estoy convencida que la mayoría de los desertores no lo hemos hecho en forma de "las ratas abandonan el barco" sino debido, y a nuestro pesar, a las obligaciones familiares, profesionales, de salud... Pero, como le dije, os quedan mis M. Carmen ( al menos, dos, que recuerde), Emilio, Puri, Loli, Mª José,Tamara (¿cuándo en la banda, Javier?), Alejandra y el nuevo fichaje (Javier "mueve muy bien el banquillo") Ramón. Así es que... ADELANTE. Y aunque alguien piense lo contrario, servidora tenía un cuarto de hora o menos de conocimientos musicales más que el resto. Y mucho amor por la música, eso sí.
Pero hay una "desertora" ilustre ( por cierto, que detrás de una gran persona suele haber una gran familia, Sr. Antonio) en la que pensaba muchas veces en mis momentos de debilidad física escuchando este poema de Gabriela Mistral al que puso música y canta el jesuíta Cristobal Fones. Cerraba los ojos y te imaginaba llenando la iglesia con estos sonidos. La verdad es que no te lo mando para que lo cantes ( ¿quien soy yo para recomendar nada a nadie? como dice Pepe Mena " al viejo, ni consejos ni llamarle viejo"). Simplemente quiero darte las gracias por los buenos momentos que nos has hecho pasar escuchándote.
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