Allá, a finales de la década de los setenta, cuando llega a Guadalcanal el "boom" y todos los jóvenes quieren ser costaleros, un hermano nuestro pasa a formar parte de la cuadrilla del Santísimo Cristo de las Aguas. Pocos años después, debido a su estatura, a su poder de convicción y dotes de mando, abandona las trabajaderas para ser el máximo responsable de la cuadrilla como capataz.
Supongo que todos habréis adivinado que me refiero a nuestro amigo, hermano y gran colaborador Rafael Vicente Perelló Rius.
Como todo en esta vida tiene un principio y un final, Rafa ha decidido que el pasado Sábado Santo haya sido su última Estación de Penitencia como capataz del paso del Santísimo Cristo, para así dar paso a las nuevas generaciones.
“Rafa, sabemos que te mereces muchísimo más, pero hoy quiero aprovechar este momento, para en nombre de todos ofrecerte nuestro cariño y agradecimiento por tus años de dedicación”.
Como tres décadas dan para mucho, ha habido momentos buenos y otros no tan buenos, los buenos son muy fáciles de llevar aunque en este caso, los no tan buenos gracias a la forma de ser de Rafa siempre han sido mucho más llevaderos.
Momentos como cuando la falta de costaleros era suplida por las voces de ánimo que dedicabas a los pocos valientes que hacían que nuestro Santísimo Cristo pudiera procesionar de principio a fin. (“Seguro que vamos a echar de menos tus típica frase VAMOS A ECHARLE CASTA Y CORAZÓN”).
Momentos, como cuando llegábamos a la puerta de la iglesia y no nos queríamos recoger por lo “sobrao” que llegábamos.
Momentos alegres como la “comilona” de después de la procesión.
Decepciones como la falta de asistencia a los ensayos programados.
Alegrías como el abrazo con tus compañeros una vez finalizada la Estación de Penitencia.
En resumen, un sinfín de anécdotas que sería imposible enumerar hoy.
Yo, particularmente tras diecinueve años perteneciendo a la cuadrilla, he de decir que me siento orgulloso de haber estado, primero a tus órdenes como costalero y segundo como aprendiz y compañero de capataz.
No voy a cometer hoy el error de pedirte tu colaboración en los proyectos venideros que realice la Hermandad, ya que de antemano sé que contamos con ella, y por eso desde aquí quiero en mi nombre y en el de toda la Hermandad agradecerte el interés que muestras en todo lo que rodea a esta gran familia.
Ya solamente me queda pedirte que bajes del coro y vengas a recoger un obsequio, que aunque humilde, seguro que te hace mucha ilusión.
Muchas gracias.
Supongo que todos habréis adivinado que me refiero a nuestro amigo, hermano y gran colaborador Rafael Vicente Perelló Rius.
Como todo en esta vida tiene un principio y un final, Rafa ha decidido que el pasado Sábado Santo haya sido su última Estación de Penitencia como capataz del paso del Santísimo Cristo, para así dar paso a las nuevas generaciones.
“Rafa, sabemos que te mereces muchísimo más, pero hoy quiero aprovechar este momento, para en nombre de todos ofrecerte nuestro cariño y agradecimiento por tus años de dedicación”.
Como tres décadas dan para mucho, ha habido momentos buenos y otros no tan buenos, los buenos son muy fáciles de llevar aunque en este caso, los no tan buenos gracias a la forma de ser de Rafa siempre han sido mucho más llevaderos.
Momentos como cuando la falta de costaleros era suplida por las voces de ánimo que dedicabas a los pocos valientes que hacían que nuestro Santísimo Cristo pudiera procesionar de principio a fin. (“Seguro que vamos a echar de menos tus típica frase VAMOS A ECHARLE CASTA Y CORAZÓN”).
Momentos, como cuando llegábamos a la puerta de la iglesia y no nos queríamos recoger por lo “sobrao” que llegábamos.
Momentos alegres como la “comilona” de después de la procesión.
Decepciones como la falta de asistencia a los ensayos programados.
Alegrías como el abrazo con tus compañeros una vez finalizada la Estación de Penitencia.
En resumen, un sinfín de anécdotas que sería imposible enumerar hoy.
Yo, particularmente tras diecinueve años perteneciendo a la cuadrilla, he de decir que me siento orgulloso de haber estado, primero a tus órdenes como costalero y segundo como aprendiz y compañero de capataz.
No voy a cometer hoy el error de pedirte tu colaboración en los proyectos venideros que realice la Hermandad, ya que de antemano sé que contamos con ella, y por eso desde aquí quiero en mi nombre y en el de toda la Hermandad agradecerte el interés que muestras en todo lo que rodea a esta gran familia.
Ya solamente me queda pedirte que bajes del coro y vengas a recoger un obsequio, que aunque humilde, seguro que te hace mucha ilusión.
Muchas gracias.
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