No sé si podré perdonarme el no haberle dedicado más atenciones este año, el no haber podido estar más tiempo junto a él, compartiendo sus juegos, sus travesuras, sus viajes, sus avances con el castellano... Ha sido un verano intenso para mí y con Sasha ha pasado como un suspiro que une el abrazo de bienvenida en el cine -mientras ensayaba una obra de teatro- con el beso de despedida de ayer mientras me enseñaba, orgulloso, el escudo en plata del Betis que, a modo de medalla, le habían regalado. De todos modos, me anima el haberlo visto fuerte, más gordito y -sobre todo- cargado de salud. Los "culpables" de este pequeño milagro: Loli, José Ramón, sus hijos y todas las personas que durante estos días han hecho de Sasha un niño feliz al que siempre -por muy largo que sea el tiempo de espera- llevamos en nuestro corazón.
Loli me adjunta estas fotos tomadas hoy en el aeropuerto de San Pablo; con ellas ilustro este breve comentario a la vez que enjugo unas furtivas lágrimas y recuerdo una frase de Mario Benedetti que ya leí hace unos días dedicada a otro gran amigo que también se nos va: Se despidieron y en el adiós estaba ya la bienvenida. Que así sea. ¡Hasta pronto, querido Sasha!. QUE DIOS TE BENDIGA.
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