
Hace unas noches tuve ocasión de compartir terraza de verano y
Fanta naranja con
Karalina, la pequeña bielorrusa que -junto con
Pavel y
Sasha- acoge nuestra
Hermandad estos días de verano.
Es una preciosa princesita rubia con la que estuve hablando... ¡de geografía! Sí. A nuestro modo conseguimos aprender que su ciudad,
Iwye, es más grande que Guadalcanal pero menos que Sevilla y que está a dos horas y media de
Minsk, la capital bielorrusa. Luego, buscando en internet (trabajo engorroso hasta conseguir saber cómo se escribía en alfabeto latino el nombre de la ciudad) averigüé que tiene unos diez mil habitantes, que pertenece a la
provincia de Goradnia, al noroeste del país, y que está cerca de la frontera con Lituania.

Quizá esto sea lo de menos: lo principal es la satisfacción de poder comunicarse con estos pequeños, de compartir sus experiencias, sus travesuras o "caprichos" (ya tendrán tiempo de volver a la cruda realidad de su país) y, sobre todo, el intentar ofrecerles nuestro cariño y contribuir lo mejor que podemos a la mejora de su salud y calidad de vida. Fue, en verdad, un gratificante e inolvidable rato de sosiego y paz en este ajetreado verano de 2009. Doy gracias a Dios por ello.
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