Esta caridad, sólida e incuestionablemente basada en la justicia y el derecho, proviene de "un corazón limpio, una conciencia recta y una fe sincera" (Tim 1, 5).
Una caridad que procede de la más recta de todas las intenciones: el amor a Jesucristo presente en nuestros hermanos más necesitados. Es un hipócrita quien dice que ama a Dios y no cuida de su hermano. Esa rectitud es garantía de autenticidad. No existe interés alguno más que el de cumplir, de la forma más fiel posible, el mandamiento nuevo del Señor: ayuda a tu hermano como Jesucristo te ha querido a ti, que ha entregando la vida para la salvación de todos.
La rectitud de conciencia ha de referirse a la finalidad última de aquellas ayudas que se realizan en favor del menesteroso. Lejos de cualquier forma de altruismo petulante, de la autosuficiencia del poderoso, del paternalismo humillante. Se trata de ayudar a la persona por sí misma y por la presencia de Cristo que hay en ella. No se quiere obtener ninguna otra recompensa personal, egoísta, autocomplaciente sino la de contribuir al levantamiento de aquél que ha caído en la indigencia.
La Iglesia no quiere ni puede ofrecer más de lo que tiene. Se traicionaría a sí misma y engañaría a los demás con ofertas que no están entre sus posibilidades. Pero tampoco quiere olvidar su deber de amor sincero, de caridad fraterna.
No nos avergonzamos de hablar de caridad, y mucho menos de practicarla, pues estamos convencidos de que con ello abrimos el mejor camino para la práctica de la justicia y el reconocimiento de los derechos de los más pobres y excluidos.
Queremos hacerlo como respuesta a una fe sincera. Que está atenta a la palabra de Dios y quiere seguir el camino marcado por Jesucristo, que es la palabra viva y su comportamiento es siempre referente incuestionable para todos los cristianos. Con Cristo, también la Iglesia puede decir: si no creéis en mí, creed en mis obras (Jn 10, 38). La "Memoria de Caritas 2008" es un reflejo de estas reflexiones. Los números, los proyectos, las realizaciones son grandes, admirables, generosas. Pero bien sabemos que la credibilidad no viene tanto por unas cantidades, cuanto por el amor que se pone en socorrer a las personas. Detrás de cada número hay un nombre, una persona a la que socorrer, un hermano al que amar.
Caritas ha emprendido una campaña para fomentar el empleo, en el convencimiento de que éste es el camino más digno para acabar con la pobreza. Un plan con una serie de medidas muy adecuadas para alcanzar los objetivos que se persiguen de protección e inclusión social, prestaciones por desempleo...
Son muchos los puestos de trabajo, más de 12.000, los creados por Caritas a través de sus programas de empleo, que ofrecen distintos servicios de orientación, talleres de formación para el empleo, creación de empresas de inserción, cooperación con entidades públicas y privadas.
Verdadera carcoma de todos estos proyectos puede ser la indiferencia perezosa, que reniega de cualquier posibilidad de salvar las dificultades de una situación tan grave como en la que nos encontramos.
Las heridas pueden ser muchas, pero estamos convencidos de que tienen curación si nos ponemos manos a la obra, con la ayuda de Dios y la responsabilidad de todos. En nuestro caso, colaborando generosamente con Caritas.
Una vez más, la gratitud de nuestra Iglesia a Caritas diocesana, pues es vivo reflejo de la práctica de la caridad entre los que formamos la Iglesia de Dios que peregrina en Sevilla. Que Dios se lo pague a todos. Pero, de una forma particular a los que ponéis lo mejor de vuestra caridad cristiana, de vuestro tiempo y disponibilidad al servicio de los demás.
Cristo es siempre nuestro ejemplo y camino. Sus heridas curan las nuestras. Él es el médico y la medicina. Nuestra caridad proviene del mismo amor de Cristo. No podemos tener una motivación más digna y de mayor responsabilidad. Pues en nuestros hermanos necesitados vemos el mismo rostro de Cristo sufriente. Ayudar al necesitado es servir al mismo Cristo.
La Iglesia no quiere ni puede ofrecer más de lo que tiene. Se traicionaría a sí misma y engañaría a los demás con ofertas que no están entre sus posibilidades. Pero tampoco quiere olvidar su deber de amor sincero, de caridad fraterna.
No nos avergonzamos de hablar de caridad, y mucho menos de practicarla, pues estamos convencidos de que con ello abrimos el mejor camino para la práctica de la justicia y el reconocimiento de los derechos de los más pobres y excluidos.
Queremos hacerlo como respuesta a una fe sincera. Que está atenta a la palabra de Dios y quiere seguir el camino marcado por Jesucristo, que es la palabra viva y su comportamiento es siempre referente incuestionable para todos los cristianos. Con Cristo, también la Iglesia puede decir: si no creéis en mí, creed en mis obras (Jn 10, 38). La "Memoria de Caritas 2008" es un reflejo de estas reflexiones. Los números, los proyectos, las realizaciones son grandes, admirables, generosas. Pero bien sabemos que la credibilidad no viene tanto por unas cantidades, cuanto por el amor que se pone en socorrer a las personas. Detrás de cada número hay un nombre, una persona a la que socorrer, un hermano al que amar.
Caritas ha emprendido una campaña para fomentar el empleo, en el convencimiento de que éste es el camino más digno para acabar con la pobreza. Un plan con una serie de medidas muy adecuadas para alcanzar los objetivos que se persiguen de protección e inclusión social, prestaciones por desempleo...
Son muchos los puestos de trabajo, más de 12.000, los creados por Caritas a través de sus programas de empleo, que ofrecen distintos servicios de orientación, talleres de formación para el empleo, creación de empresas de inserción, cooperación con entidades públicas y privadas.
Verdadera carcoma de todos estos proyectos puede ser la indiferencia perezosa, que reniega de cualquier posibilidad de salvar las dificultades de una situación tan grave como en la que nos encontramos.
Las heridas pueden ser muchas, pero estamos convencidos de que tienen curación si nos ponemos manos a la obra, con la ayuda de Dios y la responsabilidad de todos. En nuestro caso, colaborando generosamente con Caritas.
Una vez más, la gratitud de nuestra Iglesia a Caritas diocesana, pues es vivo reflejo de la práctica de la caridad entre los que formamos la Iglesia de Dios que peregrina en Sevilla. Que Dios se lo pague a todos. Pero, de una forma particular a los que ponéis lo mejor de vuestra caridad cristiana, de vuestro tiempo y disponibilidad al servicio de los demás.
Cristo es siempre nuestro ejemplo y camino. Sus heridas curan las nuestras. Él es el médico y la medicina. Nuestra caridad proviene del mismo amor de Cristo. No podemos tener una motivación más digna y de mayor responsabilidad. Pues en nuestros hermanos necesitados vemos el mismo rostro de Cristo sufriente. Ayudar al necesitado es servir al mismo Cristo.
Con mi bendición
+ Carlos, Cardenal Amigo Vallejo
+ Carlos, Cardenal Amigo Vallejo
Arzobispo de Sevilla
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