Con motivo de la próxima cuestación en favor de la Asociación Española contra el Cáncer que nuestra Hermandad llevará a cabo (D. m.) los días 13 y 2o de agosto, una "humilde hermana" nos ha hecho llegar una carta de una enferma de cáncer agradeciendo las labores de voluntariado. Su texto dice lo siguiente:.
Voluntarios contra el cáncer: Dan gratis lo que recibieron gratis.
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Cuando en Mayo del 2007 una enferma descolgó el teléfono para marcar el número gratuito de atención de la AECC, lo hizo de una manera desesperada, tratando de agarrar un clavo ardiendo para calentar el frío de su corazón presintiendo lo helado de la muerte. No se podía imaginar que ese primer contacto llevaría a largas conversaciones con voluntarias, médicos y psicólogos; personas que le dieron toda clase de atenciones sin esperar nada a cambio. Dándose la paradoja de que a día de hoy, algunos de ellos ignoran si sigue con vida aquella a quien trataron de ayudar, enfrascadas como están en sus tareas.
Si hubiese que designar el primer sentimiento que mayoritariamente afecta a los diagnosticados con un tumor, ese claramente es el de miedo. Primero uno exterior ¿qué será de mí, de mis seres queridos, de los planes que teníamos para el futuro? Luego, cuando el cansancio se va adueñando del ánimo, queda una sensación de soledad ciega y uno se despierta en medio de la oscuridad de la noche con negros augurios.
Si algo desaparece casi por arte de magia son las prisas; el tiempo empieza a pesar y las horas se hacen largas y pesadas. En esos momentos ya nada valen la tele, la radio, la música…Todo pesa, duele y suele haber oscuridad.
Oscuridad que se ilumina con una sonrisa, con un fuerte apretón de manos, con una mirada limpia cuando alguien acude con valentía a visitar al enfermo. Sí, con valentía, porque la duda no sirve, el temblor ajeno hace caer más a quien sufre. Por eso se recomienda al que no tenga ánimos que no se acerque, que se dedique a ayudar de otra manera; pues los enfermos comprenden el mucho miedo de alrededor y tampoco exigen nada. Pero el que es capaz de dar una cálida sonrisa, ese lleva la luz del AMOR hasta el final, la gran palabra: COMPASIÓN.
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"Sé bien y lo saben cada una de mis hermanas, que lo que realizamos es menos que una gota en el océano. Pero si la gota le faltase, el océano carecería de algo." Si eso decía la Madre Teresa de Calcuta, ¿qué vamos a decir nosotros? Que COMPASIÓN es una de las grandes palabras, porque te obliga a acercarte a los demás, a sentirlos y entenderlos. La compasión está en el nucleo de lo mejor que somos...
Dice San Pablo que hay diversidad de carismas, pero que el espíritu es el mismo. Vosotros vais a realizar la cuestación; en Badajoz, durante el curso 2007-2008 se ha llevado a cabo el proyecto de voluntariado “dando color a la vida” con niños y jóvenes de oncología. Espero encontrar en vosotros la misma alegría que reflejaba José Antonio Rosas, sacerdote marista implicado en dicha actividad.
En cualquier caso, quien escribe (quien enfermó y marcó el teléfono de la AECC) lo agradece todo y se queda en el consuelo de aquel que dijo: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os daré descanso”. Que Dios os lo pague.
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Cuando en Mayo del 2007 una enferma descolgó el teléfono para marcar el número gratuito de atención de la AECC, lo hizo de una manera desesperada, tratando de agarrar un clavo ardiendo para calentar el frío de su corazón presintiendo lo helado de la muerte. No se podía imaginar que ese primer contacto llevaría a largas conversaciones con voluntarias, médicos y psicólogos; personas que le dieron toda clase de atenciones sin esperar nada a cambio. Dándose la paradoja de que a día de hoy, algunos de ellos ignoran si sigue con vida aquella a quien trataron de ayudar, enfrascadas como están en sus tareas.
Si hubiese que designar el primer sentimiento que mayoritariamente afecta a los diagnosticados con un tumor, ese claramente es el de miedo. Primero uno exterior ¿qué será de mí, de mis seres queridos, de los planes que teníamos para el futuro? Luego, cuando el cansancio se va adueñando del ánimo, queda una sensación de soledad ciega y uno se despierta en medio de la oscuridad de la noche con negros augurios.
Si algo desaparece casi por arte de magia son las prisas; el tiempo empieza a pesar y las horas se hacen largas y pesadas. En esos momentos ya nada valen la tele, la radio, la música…Todo pesa, duele y suele haber oscuridad.
Oscuridad que se ilumina con una sonrisa, con un fuerte apretón de manos, con una mirada limpia cuando alguien acude con valentía a visitar al enfermo. Sí, con valentía, porque la duda no sirve, el temblor ajeno hace caer más a quien sufre. Por eso se recomienda al que no tenga ánimos que no se acerque, que se dedique a ayudar de otra manera; pues los enfermos comprenden el mucho miedo de alrededor y tampoco exigen nada. Pero el que es capaz de dar una cálida sonrisa, ese lleva la luz del AMOR hasta el final, la gran palabra: COMPASIÓN.
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"Sé bien y lo saben cada una de mis hermanas, que lo que realizamos es menos que una gota en el océano. Pero si la gota le faltase, el océano carecería de algo." Si eso decía la Madre Teresa de Calcuta, ¿qué vamos a decir nosotros? Que COMPASIÓN es una de las grandes palabras, porque te obliga a acercarte a los demás, a sentirlos y entenderlos. La compasión está en el nucleo de lo mejor que somos...Dice San Pablo que hay diversidad de carismas, pero que el espíritu es el mismo. Vosotros vais a realizar la cuestación; en Badajoz, durante el curso 2007-2008 se ha llevado a cabo el proyecto de voluntariado “dando color a la vida” con niños y jóvenes de oncología. Espero encontrar en vosotros la misma alegría que reflejaba José Antonio Rosas, sacerdote marista implicado en dicha actividad.
En cualquier caso, quien escribe (quien enfermó y marcó el teléfono de la AECC) lo agradece todo y se queda en el consuelo de aquel que dijo: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os daré descanso”. Que Dios os lo pague.
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[En la imagen superior, mesa petitoria en uno de los días de cuestación el año pasado]
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