Hoy, como ya es habitual en mí, he vuelto a visitar un hospital. Mientras esperaba pacientemente mi turno de consulta, al ver al personal del centro y a los enfermos, me ha dado por pensar en la palabra de Dios, concretamente en el pasaje del ciego de Jericó.
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El evangelista Marcos lo relata así (20, 29-34):
Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo –Bartimeo, un mendigo ciego– estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!". Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten piedad de mí!". Jesús se detuvo y dijo: "Llámenlo". Entonces llamaron al ciego y le dijeron: "¡Ánimo, levántate! Él te llama". Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él. Jesús le preguntó: ¿Qué quieres que haga por ti?". Él le respondió: "Maestro, que yo pueda ver". Jesús le dijo: "Vete, tu fe te ha salvado". En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.
El evangelista Marcos lo relata así (20, 29-34):
Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo –Bartimeo, un mendigo ciego– estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!". Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten piedad de mí!". Jesús se detuvo y dijo: "Llámenlo". Entonces llamaron al ciego y le dijeron: "¡Ánimo, levántate! Él te llama". Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él. Jesús le preguntó: ¿Qué quieres que haga por ti?". Él le respondió: "Maestro, que yo pueda ver". Jesús le dijo: "Vete, tu fe te ha salvado". En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.
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Y, con este pensamiento, consciente de que uno no puedo obrar milagros, me he dispuesto a trasladar a una paciente empujando su silla de ruedas, a conectar el teléfono móvil a un anciano que necesitaba hablar con su familia y a ayudar a un discapacitado a extraer de una máquina una lata de refresco. Todos me han dado la mejor de sus recompensas: “¡Gracias!”. Sólo con eso este miércoles, tan gris para mí, ha valido la pena.
Y, con este pensamiento, consciente de que uno no puedo obrar milagros, me he dispuesto a trasladar a una paciente empujando su silla de ruedas, a conectar el teléfono móvil a un anciano que necesitaba hablar con su familia y a ayudar a un discapacitado a extraer de una máquina una lata de refresco. Todos me han dado la mejor de sus recompensas: “¡Gracias!”. Sólo con eso este miércoles, tan gris para mí, ha valido la pena.
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Quizá sea ese el tan cuestionado sentido de la vida: estar a disposición de los demás para ayudarles en todo aquello en que nos necesiten. En una lindísima película de Fernando León de Aranoa, Princesas, el guionista pone en boca de una de las protagonistas la siguiente frase: Si existimos es porque alguien piensa en nosotros, y no al revés. En un mundo en el que todo son prisas no nos damos cuenta de que, a nuestro lado, hay seres humanos ávidos de una simple sonrisa, de una mano amiga, de una palabra de aliento, de una caricia, de un “¿cómo estás?”... No nos piden grandes proezas ni sacrificios: tan sólo eso, que pensemos en ellos para, así, hacerles sentir que existen y que son personas dignas de ser amadas y respetadas por el simple hecho de haber nacido y habitar este planeta.
Quizá sea ese el tan cuestionado sentido de la vida: estar a disposición de los demás para ayudarles en todo aquello en que nos necesiten. En una lindísima película de Fernando León de Aranoa, Princesas, el guionista pone en boca de una de las protagonistas la siguiente frase: Si existimos es porque alguien piensa en nosotros, y no al revés. En un mundo en el que todo son prisas no nos damos cuenta de que, a nuestro lado, hay seres humanos ávidos de una simple sonrisa, de una mano amiga, de una palabra de aliento, de una caricia, de un “¿cómo estás?”... No nos piden grandes proezas ni sacrificios: tan sólo eso, que pensemos en ellos para, así, hacerles sentir que existen y que son personas dignas de ser amadas y respetadas por el simple hecho de haber nacido y habitar este planeta.
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De esta manera cualquiera puede convertirse en nuestro mejor amigo. Un escritor al que admiro, Antonio Gala, escribió en cierta ocasión: La traición y la decepción de un amigo son heridas incurables: con ellas se hunden nuestro punto de apoyo y nuestra idea del mundo. Intentemos no decepcionar a quienes comparten nuestra vida, a quienes han depositado en nosotros su confianza; tengamos fe en la humanidad. Vamos a pensar más a menudo en tanto “ciego de Jericó” --como cristianos y seguidores de Jesús, convencidos de que siempre se puede echar una mano y de que la caridad es nuestra razón de ser--, acercándonos a ellos y preguntándoles amablemente: “Hermano, ¿qué puedo hacer por ti?”.
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Para ilustrar este breve comentario nada mejor que la foto remitida por Salva Chaparro: nuestro Cristo de las Aguas durante la pasada Estación de Penitencia. Él lo dio todo por nosotros. Coge tu cruz y sígueme. Pues eso.
De esta manera cualquiera puede convertirse en nuestro mejor amigo. Un escritor al que admiro, Antonio Gala, escribió en cierta ocasión: La traición y la decepción de un amigo son heridas incurables: con ellas se hunden nuestro punto de apoyo y nuestra idea del mundo. Intentemos no decepcionar a quienes comparten nuestra vida, a quienes han depositado en nosotros su confianza; tengamos fe en la humanidad. Vamos a pensar más a menudo en tanto “ciego de Jericó” --como cristianos y seguidores de Jesús, convencidos de que siempre se puede echar una mano y de que la caridad es nuestra razón de ser--, acercándonos a ellos y preguntándoles amablemente: “Hermano, ¿qué puedo hacer por ti?”.
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Para ilustrar este breve comentario nada mejor que la foto remitida por Salva Chaparro: nuestro Cristo de las Aguas durante la pasada Estación de Penitencia. Él lo dio todo por nosotros. Coge tu cruz y sígueme. Pues eso.
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