Como era de esperar, el tiempo volvió a presentarse incierto. El Hermano Mayor, Manuel Chaparro, realizó un par de llamadas al INM en Sevilla y, tras darnos cierta confianza en que no iba a llover por lo menos hasta las ocho, se decidió realizar la Estación de Penitencia, pero recortando el recorrido por si había que regresar pronto. Así, se suprimió el paso por las calles López de Ayala y Milagros.
A las seis y cinco de la tarde se abrían las puertas de la iglesia para dar paso a la Cruz de Guía y al tramo de nazarenos de Cristo con las correspondientes banderas e insignias. El paso del Santísimo Cristo de las Aguas iba adornado con lirios morados y rosas rojas a los pies de la cruz. Este año se estrenaban los faldones en terciopelo color morado. Iba comandado por sus capataces: Rafael Perelló, Salvador Chaparro y Rafael Ojeda. Delante, los acólitos con cuatro ciriales y el incensario. Acompañaba la Banda de Cornetas y Tambores “Santísimo Cristo del Amor”.
Seguidamente hizo acto de presencia en las puertas de la iglesia la bandera representativa de la Cofradía que daba paso al correspondiente tramo de nazarenos, al final del cual se situaba el estandarte de la Corporación, los seis acólitos de rigor y la Presidencia.
Alrededor de las seis y media aparecía en la plaza el paso de palio de la Santísima Virgen de los Dolores, vestida primorosamente por Miguel Ángel León con saya y manto azules y rodeada de rosas color crema y unos toques de azahar en la parte frontal del paso donados por Francisco Fernández. Sus capataces, los titulares: Francisco José Rivero García y José Antonio Maldonado Gallego, ayudados por unos magníficos auxiliares. El acompañamiento musical estaba a cargo de la Banda de Música “Nuestra Señora de Guaditoca”, dirigida por nuestro hermano Francisco Javier Carrasco.
Era numeroso el público que se dio cita a esas horas de la tarde para ver el paso de nuestra Cofradía; entre ellos, una decena de abuelos de la residencia “Hermana Josefa María” que –situados en lugar preferente-- no quisieron perderse ningún detalle.
La procesión discurrió con total normalidad, siendo de especial mención la labor de los costaleros de ambos pasos. Como datos anecdóticos se pueden citar la presencia de un coche en una de las esquinas que hubo de ser apartado por los costaleros al dificultar el paso, y el canto de una saeta a la Santísima Virgen de los Dolores en la plaza de España.
A las seis y cinco de la tarde se abrían las puertas de la iglesia para dar paso a la Cruz de Guía y al tramo de nazarenos de Cristo con las correspondientes banderas e insignias. El paso del Santísimo Cristo de las Aguas iba adornado con lirios morados y rosas rojas a los pies de la cruz. Este año se estrenaban los faldones en terciopelo color morado. Iba comandado por sus capataces: Rafael Perelló, Salvador Chaparro y Rafael Ojeda. Delante, los acólitos con cuatro ciriales y el incensario. Acompañaba la Banda de Cornetas y Tambores “Santísimo Cristo del Amor”.
Seguidamente hizo acto de presencia en las puertas de la iglesia la bandera representativa de la Cofradía que daba paso al correspondiente tramo de nazarenos, al final del cual se situaba el estandarte de la Corporación, los seis acólitos de rigor y la Presidencia.
Alrededor de las seis y media aparecía en la plaza el paso de palio de la Santísima Virgen de los Dolores, vestida primorosamente por Miguel Ángel León con saya y manto azules y rodeada de rosas color crema y unos toques de azahar en la parte frontal del paso donados por Francisco Fernández. Sus capataces, los titulares: Francisco José Rivero García y José Antonio Maldonado Gallego, ayudados por unos magníficos auxiliares. El acompañamiento musical estaba a cargo de la Banda de Música “Nuestra Señora de Guaditoca”, dirigida por nuestro hermano Francisco Javier Carrasco.
Era numeroso el público que se dio cita a esas horas de la tarde para ver el paso de nuestra Cofradía; entre ellos, una decena de abuelos de la residencia “Hermana Josefa María” que –situados en lugar preferente-- no quisieron perderse ningún detalle.
La procesión discurrió con total normalidad, siendo de especial mención la labor de los costaleros de ambos pasos. Como datos anecdóticos se pueden citar la presencia de un coche en una de las esquinas que hubo de ser apartado por los costaleros al dificultar el paso, y el canto de una saeta a la Santísima Virgen de los Dolores en la plaza de España.
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Los momentos más emotivos se produjeron a la hora de la lluvia de pétalos (la de agua no apareció en toda la tarde) sobre el palio de nuestra Sagrada Titular; a la llegada de la Cofradía a la altura del domicilio de nuestro más que nunca recordado Plácido (q. e. p. d.); en la iglesia de la Concepción; en la estrechura de la calle San Sebastián, y, sobre todo, en la entrada, donde se puede calificar como auténtica “bulla” la expectación de los asistentes para ver la recogida, que se producía a las diez y media de la noche de un Sábado Santo en el que vimos el mayor número de nazarenos “blancos” de los últimos años: más de ciento sesenta, todos en perfecto orden gracias a la labor de las diputadas de tramo y del Diputado Mayor de Gobierno, Juan Gálvez.
Unas palabras del Hermano Mayor dentro de la iglesia dando las gracias pusieron punto final a una brillante y emotiva Estación de Penitencia.
Unas palabras del Hermano Mayor dentro de la iglesia dando las gracias pusieron punto final a una brillante y emotiva Estación de Penitencia.
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[NOTA.- Esta es la humilde y subjetiva versión del que suscribe, quien, por motivos obvios, no dispone del punto de vista más general de aquellas personas que contemplaron nuestra Estación de Penitencia desde fuera y de principio a fin. Del mismo modo, las fotos que se adjuntan son las únicas que tuve ocasión de realizar antes y después de vestirme de nazareno.]
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