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Dios de esta hora, no mires mi pecado, que me avergüenzo. Bautízame Tú de nuevo, ya no con agua que lava por fuera, sino con el fuego de tu Espíritu, porque sé que no hay conversión sin sacrificio del propio ego. Que tu voz, tu presencia, me haga sentir hijo amado y hermanado con toda la creación.
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