
Cada vez que voy de viaje suelo buscar el recogimiento de algún templo que palíe el ajetreo del itinerario. Este domingo, por ejemplo, visité la iglesia hospital de
San Jacinto, en
Córdoba, en la que la titular de la
Real, Venerable e Ilustre Hermandad Servita de Nuestra Señora de los Dolores Coronada y Santísimo Cristo de la Clemencia se encontraba en besamanos.

La
Dolorosa -con la misma advocación que la
Titular de nuestra
Hermandad- fue coronada canónicamente el 9 de mayo de 1965 por el cardenal
Bueno Monreal. Esta ceremonia, que congregó a decenas de miles de cordobeses, es uno de los grandes hitos religiosos de todos los tiempos en la capital. A sus pies se han postrado reyes, príncipes, jefes de
Estado, cardenales y obispos en una larga nómina. Las indulgencias concedidas son interminables y la devoción de los cordobeses hace que a ella sean ofrecidos los recién nacidos y que su imagen guarde en la sepultura el sueño eterno de sus devotos. Su talla se debe al imaginero
Juan Prieto.
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